Operación Dinamo:

Operación Dinamo:

por Martín Jacovella

Ante este hundimiento del barco argentino, donde los dirigentes han perdido toda moral y empatía hacia el otro, hacia el ciudadano que deberían proteger, imponiendo una agenda propia lejos de las necesidades de una sociedad ahogada, deprimida, sin puertos a la vista, nos debemos una profunda inspiración para poner un freno a esta lento agonizar. Inspiración ante todo porque debemos inspirar e inspirarnos, acudir a la creatividad para encontrar una salida milagrosa, del mismo modo que sucedió durante la heroica evacuación de Dunkerque de las tropas aliadas en las costas francesas durante la Segunda Guerra Mundial. No se trata de un renacimiento. Se trata de sobrevivir. Y no hay tiempo que perder.

Pensaba que cuando ya no queda salida, cuando nos damos cuenta de que es demasiado tarde, cuando finalmente comprendemos que estamos solos, cuando acabamos desenmascarando a la clase política en su actuar sordo, egocéntrico, mentiroso, corrupto, inútil y criminal, a la sociedad ya casi no le queda ni el voto, porque aún con el voto nos siguen tomando de imbéciles, entonces la sociedad debe tomar las riendas y no quedarse con la ilusión del tiro del final. Y en cambio hacer algo heroico. Aunque signifique algo aparentemente imposible. Aunque se necesite de un milagro. Porque la libertad es ahora. Y la vida se nos va, mientras estamos rodeados por una miseria y una violencia que nos acorrala, como aquellos soldados aliados que quedaron a la intemperie de una guerra asesina.

Si bien hay algo de mito en el hecho de que fueron los mismos ciudadanos ingleses a bordo de sus pequeños barcos y veleros y lanchas, así como algunos pesqueros los responsables del rescate de las tropas británicas y aliadas ante el acecho alemán, este plan ideado por el Almirante Bertrand Home Ramsay sí contó con la ayuda de muchos navegantes particulares que eligieron dejar de esperar, que eligieron la empatía por sobre todas las cosas. Y eligiendo arriesgar sus propias vidas, salvaron las vidas de 300,000 soldados. Y con esa recordada evacuación de Dunkerque, también salvaron a Occidente de caer en manos de Hitler.

No caen bombas sobre nuestras cabezas pero la Argentina se hunde a causa de las políticas de dirigentes argentinos que prefieren salvarse mientras el pueblo se incendia, mientras nos acorralan la muerte, la injusticia, la pobreza, la desesperanza. Entonces, qué hacemos. Seguir esperando? El puerto destruido, el enemigo al acecho, la playa cada vez más pequeña, el tiempo cada vez más escaso. Y todo mientras vemos como el que está al lado se cae del mapa, se quiebra, desaparece. Y esta tierra rica y generosa nos encuentra perdidos, aterrados, con la ropa mojada, sin refugio, sin contención, sin saber ya de qué se trata esta historia. Sin saber cómo llegamos hasta acá. Sin entender cómo lo echamos todo a perder. Pero sí, abusamos de tanta bonanza durante tanto tiempo. Abusamos de tanta ideología, tanta mentira para manipularnos, para inventar una grieta que bien pudo funcionar como estrategia política pero que finalmente descubrimos que es la grieta en el casco del barco que nos debería llevar al futuro. Y aquí seguimos, en el pasado, porque ni siquiera llegamos al presente. El presente es esquivo, es ilusorio. Siempre se nos aleja, y nos dicen que falta poco, o que el que vino antes es el culpable, y destruimos lo bueno y apostamos por lo malo y así andamos inconscientes durante décadas perdidas. Durante generaciones perdidas. Durante sueños perdidos.

En este caso, los argentinos no debemos retirarnos, sino todo lo contrario. Aunque cada vez son más los que escapan a otras tierras más justas con futuros más posibles que el nuestro, no podemos entregarnos. No podemos dejarle nuestra casa al enemigo. No podemos perder la batalla sin haberlo intentado todo. Pero en esta pequeña gran epopeya, no tendremos la ayuda de ningún aliado. Porque como país hemos jugado demasiado tiempo a provocar a nuestros amigos y a simular falsas amistades por conveniencia con otros supuestos amigos que tampoco tienen interés en salvar a nadie. Pero no estamos solos. Porque cuando un pueblo se rebela también se revela, se re-descubre; cuando cada uno de nosotros se da cuenta de que el otro que está a su lado en esa playa asediada no es más que otro argentino que tampoco quiere morir, y que al lado de ese otro hay muchos otros que se van amontonando contra ese cielo de papel que empieza a rajarse, entendemos que hay algo más, que hay un mundo detrás de la mentira que nos han vendido por vida y libertad. Y no ya peleando con las armas del enemigo, nos abrazamos y nos plantamos frente a este atropello de la República. La defendemos con la palabra, con la empatía, con la justicia, con el reclamo de la verdad. Y obligamos a los corruptos a aceptar la derrota. Cada argentino con su barquito, cada argentino con su inspiración, para que Argentina vuelva a respirar. Es hora argentinos, de una gran epopeya. Es hora de preguntarnos adónde queremos ir, y comenzar la travesía.

Redazione

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